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Taller Abierto de Laura Leyt


Abre las puertas de su atelier en Nuñez para mostrar dónde y cómo hace sus piezas de joyería contemporánea

Es arquitecta y cuando diseñó su casa ubicada en el barrio de Núñez junto con su marido, también arquitecto, decidieron crear una casa-taller. El atelier está en la planta baja, al lado de un quincho pensado como expansión del área de trabajo, pero como cada vez más se vale de materiales reciclados reconoce que le falta espacio para acopiarlos y para ubicar las herramientas que debió incorporar para manipularlos. Sin embargo los tiene bien ubicados en un placard con estantes de piso a techo, donde también tiene desde pinturas y diluyentes hasta los elementos que requiere para hacer fieltro. En una mesada de hormigón contigua consiguió zonificar las distintas áreas de trabajo: su banco de joyero con la esteca, donde cala, suelda y maneja los distintos sistemas y terminaciones de las piezas; y debajo, bolsones con todos los plásticos que va juntando. El espacio privilegiado lo tienen las máquinas con que transforma esos plásticos: una sublimadora, la pistola de calor con que funde y la caladora de banco.

Una ventana abierta al jardín deja entrar la brisa de otoño. Catálogos, libros y cajas prolijamente etiquetadas colman estanterías son el destino y numerosas herramientas se disponen en superficies metálicas con imanes. La cuarentena la llevó a reacondicionar su taller y sumar una gran cajonera para ubicar el motor de eje para lijar y pulir, y una cortadora de disco pequeña. A todo trata de ponerle ruedas, como a un mueble que heredó de su tío odontólogo, que aún conserva su característico olor, al que le fijó un taladro vertical y lleno mechas, limas y pinzas.

Dice que es una conjunción del oficio de joyería, el arte y el diseño. “A diferencia de la joyería tradicional, donde el valor esta puesto en los materiales como metales, piedras, etc., en la contemporánea lo relevante es lo que se quiere comunicar, el diseño que sustenta el discurso, la relación con el cuerpo, la mirada del otro. Mi joyería es producto de la investigación y búsqueda constante sobre un material. Los resultados sorprenden porque no siempre son los buscados. Son piezas únicas que pueden ser parecidas, pero nunca iguales, y tienen la imperfección de lo hecho a mano. Busco esa sensación de borde desdibujado, casi derretido producto del calor.” Jugar, probar, no tener miedo a volver a hacer es lo suyo.

Comenzó a estudiar joyería contemporánea en el 2003 el taller La Nave con el maestro Jorge Castañón, luego de varios años de ejercicio profesional como arquitecta y, por las ganas de volver al trabajo manual y de poder controlar la totalidad del objeto diseñado hasta su materialización, prefirió cambiar de escala. La pequeña escala es lo que le gusta de la joyería así como que es portable sobre el cuerpo. Destaca que optó por este oficio porque “lo relevante no está en el valor económico de los materiales utilizados sino en lo que se quiere comunicar y porque ofrece la libertad de poder experimentar con distintos materiales, conceptos y procesos”.

Aprendió técnicas básicas de la joyería en metal, como calar, soldar, casamiento entre metales, fusión, mokumé y otras, pero siempre le interesó trabajar con los materiales disponibles en su entorno. Nada se pierde, todo se transforma; lo esencial es invisible a los ojos son sus frases de cabecera, ya que ve belleza y utilidad en cosas que para muchos consideran basura. “Me interesa, sobre todo, averiguar hasta donde se puede llegar con un material y poder transformarlo en otra cosa desdibujando su origen. Es un proceso no lineal que requiere permitirse la equivocación y mucho trabajo”. Desde el 2013 se dedica al reciclado de plásticos aplicado a la joyería y a objetos, y trata de que la intervención de materiales nuevos sea la mínima posible. Trabaja básicamente con bolsas plásticas (polietileno de alta y baja densidad) pero va incorporando otros tipos de materiales plásticos, como gomas u otros envases. Y fue probando diferentes formas de trabajarlo: primero lo cortó y tejió -como el collar presentado en la muestra Tema Pendiente– luego lo trabajó en capas sobre moldes con la técnica de la cartapesta, después lo transformó en una especie de hilado mezclándolo con lana – que derivó en la serie Contaminados– y, por último, lo trabajé fundiéndolo con calor y modelándolo a mano – mano como en la serie Piedras-. Lo último que incorporó fue la plancha de calor que le permitió hacer placas más finas que luego corta y ensambla con pernos.

Nunca trabaja en una sola cosa, mientras hace algo va probando otras cosas porque va siguiendo lo que va apareciendo en el hacer. Hoy trabaja en la serie Plasticeno nombre que algunos geólogos y antropólogos han llamado a la era actual debido a la cantidad alarmante de residuos plásticos encontrados principalmente en los océanos. Está materializada con una serie de layers, como capas geológicas pero de plástico, y surge de la reflexión de cómo encontramos los testimonios de vidas pasadas en las piedras u organismos petrificados; ahora, “nuestras marcas quedarán estampadas en los plásticos”, dice.

También sigue trabajando en una serie de piezas que se iba a presentar en la muestra Buenos Aires Trash Treasures, con Tota Reciclados en Munich, inspirada en las paredes descascaradas y los graffitis de las ciudades. Se materializa con finas capas de plásticos superpuestas donde se pueden leer algunos textos encontrados en las mismas bolsas o armados con palabras de ellas. Y también trabaja en varios proyectos para la III Bienal Latinoamericana de Joyería Contemporánea, suspendida hasta el año que viene. En tanto, también diseña objetos que tendrán como punto de partida la serie Plasticeno y las placas plásticas que fabrico.