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Taller Abierto de Vicky Biagiola


En La Paternal, está su refugio, donde crea “arte o poesía portable” que habla de lo femenino, la sororidad, la sensualidad, el abrazo, el amor, el juego y lo social.

Dice que su taller es el lugar que habita. Pasa gran parte del día allí, es su refugio y se encuentra  en La Paternal, a dos cuadras de la cancha de Argentino Juniors. Está en un barrio con veredas anchas y algunos árboles, que le recuerdan a su infancia en Lanús. Su taller está en la entrada de su casa, mirando al jardín y lo diseñó un amigo arquitecto. Es una construcción de metal y vidrio repartido de color. Vistoso, impactante. “Quería tener la sensación de estar adentro de un caleidoscopio. Los vidrios los fui poniendo yo de a poco, primero cortaba los que encontraba o me regalaban, después amigos comenzaron a donarme vidrios que tenían guardados, una artesana me hizo otros, y al final fui a ver a un vidriero con el que trabajé durante mucho tiempo cuando hacía caleidoscopios y le compré tesoros de colores que tenía en la vidriera para poder terminarlo. Necesité ir haciéndolo de a poco para imaginarme trabajando aquí, hasta que me sentí preparada para mudarme desde Palermo”, relata del lugar en que está instalada desde hace tres años, a donde se trasladó desde el taller que ahora es la sede de La Ronda, el colectivo joyero del que forma parte.

Señala que no tiene muchas herramientas, pero destaca un yunque, un martillo, un soldador y algunas pinzas. Su banco de joyero y varios muebles en los que dispone, piezas y materiales. Trabaja mucho con cobre. Disfruta de recortarlo como si fuera un papel, luego lo golpea para endurecerlo, soldarlo, volver a golpearlo, patinarlo y dibujarlo. Admite que le gusta estar cerquita de la pieza, tocarla, modificarla, darle forma, construir con la chapa de metal y combinar con otras modeladas en cera y fundidas, hasta que siente que está lista. “Que ya pueden seguir su camino, cuando se transformaron en piezas sensibles… Me encanta que tengan algo que se mueva”, explica, al referirse a una de sus series a la que llama juguetojoyas. También las denomina poesía portable o arte portable. Va encontrándoles nombres que las van definiendo a partir de lo que la gente le va diciendo. “Es una especie de construcción poética colectiva de los nombres y los sentidos. Las joyas son una expresión de diferentes momentos de mi vida”.

Y cuenta qué significado tiene esta disciplina. “Hace años elijo esta manera de decir lo que me va pasando con las joyas. Es una manera de pensar en imágenes con el lenguaje de las joyas”. Tiene series en las que expresa lo femenino, la sororidad, la sensualidad, el abrazo y el amor. Series lúdicas con las que juega, anima y se divierte mientras las hace. Otra, son las sociales, con gente y manifestaciones; están también las de denuncia con fotos  sobre metal y acrílico o tela. Son piezas en las que habla de gente que duerme en la calle o de la violencia policial. Algunos son collares o pulseras o balangandán o broches de conjuro.

En los últimos años comenzó a trabajar en cuero y madera, siempre expresando emociones. Son las piezas que presentó con el grupo Caracú, mentoreado con Jorge Manilla. Se trata de joyas más conceptuales. Comenzó con “anillos de la ira, guantes de la resistencia y, lo último, eslabones para un cuerpo social”, que hace unas semanas se exhibieron en forma virtual en Athens Jewelry Week.

Asegura que convive con todos los materiales, con todas esas formas de decir, modelados, construcciones, fotos, metales, madera, cuero. Su mesa de trabajo está llena de procesos, ideas inconclusas, papeles con dibujos, objetos ópticos y lúdicos. “Saldrán de aquí nuevas piezas para las muestras que esperamos poder hacer con diferentes grupos en los que participo como Fwiya, La Nave y Caracú”.